Vida Íntima y Pública de Un Evangelizador
Quien predica el evangelio de Jesucristo está inmerso en una de las tareas más hermosas del género humano. Cada vez que proclamamos las Buenas Nuevas, abrimos las puertas para que hombres, mujeres, jóvenes y niños comiencen una nueva vida. El poder transformador de Jesucristo les convierte en nuevas criaturas.
Todo lo anterior para converger en un punto fundamental: el evangelizador debe observar tanto en lo personal como en su desenvolvimiento público, una serie de pautas y principios que le invito a analizar, Biblia en mano:
1.- Ame las almas que arriesgan con perderse por la eternidad. Usted tiene en sus manos un mensaje que cambiará el curso de esas vidas. “Y al ver las multitudes (Jesús), tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas, como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9:36).
2.- Sostenga una permanente e íntima comunión con el Señor Jesucristo mediante la oración. “Orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17).
3.- Pida a Dios que le permita crecer espiritualmente de manera que evidencie santidad en su vida: “absteneos de toda especie de mal. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:22, 23).
4.- Estudie con asiduidad la Palabra de Dios. Las Escrituras son para usted y el nuevo creyente, un poder transformador inigualable que le permitirá imprimir cambios en su forma de pensar y actuar.
5.- Ponga sus talentos al servicio del Señor. Infinidad de personas con múltiples aptitudes que podrían servir para predicar el evangelio, desaprovechan esa oportunidad que les brinda Dios. “Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste, aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel: sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor”(Mateo 25:20, 21).
6.- Deje que el Espíritu Santo y sus talentos fluyan sobre su vida. “No descuides el donde que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio” (1 Timoteo 4:14).
7.- Mantenga un testimonio irreprensible (1 Timoteo 3:2).
Repase estos principios. No son los únicos, pero los presento como una guía del hombre que comparte el evangelio, bien sea con tratados (folletos evangelísticos) o en espacios abiertos. ¡Jamás olvide que usted es luz en medio de las tinieblas!...y Dios le utiliza para predicar el mensaje de Salvación.