Situación Familiar en Crisis
Puede que su situación familiar se encuentre en un punto de crisis. Siente que camina en un laberinto sin salida. Quizá ha pensado en separarse. ¿Está dispuesto a luchar por su familia? Con fe, disposición a cambiar y una actitud de perseverancia podremos lograrlo...
¿Podría usted describir el día que se enamoró? Vamos, hágalo. ¿Estaba lleno de amargura y deseando que todo terminara y de pronto se encontró a alguien y sencillamente dijo: “Me tocó: Esta será en adelante mi pareja”? Sin duda que no. Lo más probable es que no recuerde ni la fecha ni el día, pero sí la fecha en la que conoció a la persona que hoy en su cónyuge. Un instante pudo convertirse en su existencia en algo maravilloso. ¿Lo recuerda, verdad? Generalmente a todos nos ocurre. No olvidamos ese instante. Nos marca para toda la vida.
Ahora, si nos piden describir ese momento, habrá quienes le ponen el rótulo de “felicidad”, otros de “enamoramiento”, habrá quienes dicen que fue un “encuentro maravilloso” y otros, con fe, se referirán a ese momento como una “bendición”. Sea cual fuere el nombre con que lo designe, fue el inicio de una relación que terminó en el compromiso del matrimonio. Si es así, ¿por qué usted ahora permite que los conflictos gobiernen el hogar sin hacer lo más mínimo para buscar soluciones?
Cuando vamos a las Escrituras leemos que Dios vio la soledad de Adán: “Después, el Señor Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo. Haré una ayuda ideal para él.” (Génesis 2:18) Lo que buscó el Señor para Él fue una ayuda, en otras palabras, una compañía. Fue la forma de bendecir su vida. Y leemos un poco más adelante que: "Entonces el Señor Dios hizo que el hombre cayera en un profundo sueño. Mientras el hombre dormía, el Señor Dios le sacó una de sus costillas* y cerró la abertura. Entonces el Señor Dios hizo de la costilla a una mujer, y la presentó al hombre. «¡Al fin! —exclamó el hombre— ¡Esta es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Ella será llamada “mujer” porque fue tomada del hombre». Esto explica por qué el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa, y los dos se convierten en uno solo.” (Génesis 2:21-24. NTV)
Ese fue el propósito original de Dios: Una familia a partir de un hombre y una mujer que se amaran y emprendieran la vida juntos. Una relación que se construye día a día.
Sobre esa base y como escribe Alex Kendrick, debemos retornar a los orígenes de la familia: “Necesitamos redescubrir la intención original de Dios para nuestros hogares. Las familias deberían ser refugios de amor y placer. Los hogares deben ser espacios llenos de paz y de propósito. No obstante, los buenos hogares no son casuales. Son jardines que necesitan ser cultivados intencionalmente, y recibir cuidados.” (Alex y Stephen Kendrick. “La resolución para hombres”. B&H editores. 2013. EE.UU. Pg. 21)
Cuando nos damos a la tarea de reevaluar la familia, de cómo estamos cumpliendo esa tarea, encontramos que quizá fallamos. Pensamos incluso que la situación no tiene solución, pero estamos equivocados. No hay crisis que no se pueda superar. La respuesta a nuestros interrogantes y la salida al laberinto están en Dios, quien creó la institución familiar y la mantiene viva. Hoy es el día de hacer ese examen y comprometernos a someterla en manos del Señor. Él sabe cómo obrar en cada circunstancia y traer sanidad en los matrimonios heridos.
Un tiempo de cambio en familia
Un día cualquiera, el que menos esperaban, Roberto llegó a casa. Saludó a todos—cosa que nunca hacía—y se acercó a su esposa. La saludó afectuosamente. Ella pensó que estaba borracho. No puede negar que procuró saber si exhalaba licor, pero no, estaba en sus cabales.
—¿Por qué estás actuando así? ¿Qué te ha pasado?—, le preguntó con suspicacia.
Roberto la miró por unos instantes y le confesó: “Hoy en la Plaza, de camino a la oficina, vi una escena que me conmovió. Un hombre llevaba en brazos a su hijo inválido, de diecisiete años, según creo. Detrás iba su mujer. Llevaba la maleta con la ropa del muchacho. Iban para un consultorio médico. Los vi tan unidos, que en todo el día no pude pensar en otra cosa.” Las lágrimas surcaron su rostro, y pensando que quizá era un signo de debilidad, las secó rápidamente con el dorso de su camisa.