Líderes Con Actitud de Siervos
Uno de los anhelos del Señor es que su Gloria se derrame sobre la Iglesia y el mundo, a través de sus vasos escogidos, sus ministros. Así como el Salmo 133:2 muestra un principio espiritual al mencionar que el aceite (símbolo del Espíritu Santo) se derrama desde arriba hacia abajo, Dios que es respetuoso de sus principios, ha determinado que su Gloria no se manifieste independientemente de sus siervos, sus autoridades delegadas en la tierra.
Dios quiere mostrar de su Gloria y nos quiere utilizar a nosotros, sus ministros, cómo sus canales santos. Él es la Fuente y nosotros los canales. Por eso Dios requiere que en nosotros, sus siervos-canales, no haya nada que impida o limite Su glorioso fluir.
Quizás pensamos en el diablo, cómo el que siempre quiere oponerse a todo lo de Dios, pero quiero tratar en éste artículo, que el principal enemigo, por lo cual la Gloria de Dios no se derrama, es lo que yo llamo la “carnalidad ministerial”.
Creo que está llegando el tiempo en que dejemos de echarle la culpa siempre al diablo y nos enfoquemos en nosotros, los que estamos involucrados en el liderazgo dentro de la Iglesia, pues el mayor impedimento para que la Gloria de Dios se derrame somos nosotros.
No en vano, el Apóstol Pablo le dijo a su hijo espiritual Timoteo: 1 Timoteo 4:16 “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.”
El Apóstol, conocedor de la naturaleza humana no redimida, clamó en Romanos 7:24: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”, para luego explicar que la única solución es la vida en el Espíritu (Romanos 8).
¿A qué me refiero cuando hablo de “carnalidad ministerial”? A aquellas actitudes, reacciones, acciones y palabras que fluyen de nosotros, los que estamos involucrados en los ministerios de Efesios 4:11, que de una manera u otra opacan, debilitan, frenan y aun impiden la manifestación de la Gloria de Dios.
En los días que vivimos las cosas parecieran estar dadas vueltas. Pareciera como si hubiéramos perdido de vista a lo que hemos sido llamados por el Señor. Hoy nos han hecho creer que si tenemos un ministerio grande o famoso o una iglesia grande, somos exitosos y es por eso que hacemos lo que sea para que nuestro ministerio sea promocionado y reconocido.
Hoy consideramos a un ministro, “exitoso”, si aparece en los medios de comunicación, tiene libros publicados, es invitado a hablar a las grandes conferencias o eventos. Somos deslumbrados por las “luces ministeriales” que en realidad no tienen nada que ver con desarrollar un ministerio bajo el poder del Espíritu Santo.
No hay nada de malo en tener un ministerio bendecido, reconocido y que alcance a las multitudes, pero tenemos que saber que la medida de nuestro éxito ministerial no depende de todas estas cosas sino de si a través de nuestro ministerio (local, nacional, internacional,) la Gloria de Dios se derrama para bendecir a la gente. Sería bueno preguntarnos sinceramente: ¿La Gloria de Dios se derrama a través de nuestro ministerio?
Como ministros hemos sido llamados a ser los canales de Dios para que su Gloria se manifieste. Este es el motivo principal porque Dios utiliza a sus siervos, y a la vez debería ser nuestra motivación principal. Pretender servir a Dios por debajo de esta premisa simplemente deberíamos considerarlo cómo “fracaso” ministerial.
Un ministro puede tener un nombre reconocido, ser pastor de la iglesia más grande de la ciudad, tener un ministerio televisivo y tener libros publicados, pero si a través de su ministerio la Gloria de Dios no se derrama, a los ojos de Dios ese ministerio es improductivo y de poco impacto espiritualmente hablando. ¿Por qué digo esto? Porque muchos predican y ministran lo correcto pero con el espíritu incorrecto y sin duda alguna necesitamos tener el espíritu correcto si queremos que la gloria de Dios se derrame en nuestras vidas, ministerios, congregaciones, ciudades, naciones.
Necesitamos que nuestros ojos sean sanados con colirio para que podamos ver las cosas como Dios las ve. Vuelvo a repetir, la medida del “éxito” ministerial está determinada por si la Gloria de Dios se derrama con libertad a través de nuestro ministerio, no importa si es grande, mediano o pequeño.
Los siervos-ministros de la Iglesia Primitiva tenían bien en claro cuál era su misión. Quizás podamos argumentar que en aquellos tiempos no había medios de comunicación para promocionar un ministerio, etc. pero quiero hacerle ver que hay un principio que sigue vigente desde siempre: Como siervos de Dios hemos sido llamados a ser transmisores de Su Gloria. ¡Para esto hemos sido llamados!