La Navidad: Los Verdaderos Orígenes de Una Festividad Popular
Jesucristo dice que aquellos que adoran a Dios deben adorarlo “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24). ¿Están sus creencias y su forma de adorar a Dios fundamentadas en la verdad bíblica o en fábulas antiguas?
(3: Continuación)
”En Escocia la prohibición fue impuesta con gran rigurosidad. Esta actitud anti navideña se hacía sentir también en los territorios puritanos de América del Norte. En Boston, la Iglesia estableció servicios especiales para la Navidad durante los años 1690-1700, pero muchas autoridades civiles se opusieron rotundamente a esta medida. Y no fue hasta cerca de 150 años más tarde que la Navidad llegó a convertirse en un día festivo legal en los Estados Unidos. Esto ocurrió... en 1836” (pp. 418-419).
Es cierto que la Navidad ha sido aceptada durante siglos en casi todo el mundo. Actualmente es tan popular —sin mencionar su relevancia comercial— que es casi inconcebible imaginar que ¡en cierto momento hubiera sido proscrita debido a sus asociaciones y prácticas paganas!
Una antigua celebración de natividad
El renombrado antropólogo y erudito británico Sir James Frazer escribió una obra clásica sobre las prácticas y mitos religiosos de la antigüedad; se titula The Golden Bough (“La rama dorada”). Sus hallazgos respecto a los antiguos orígenes de las prácticas y costumbres navideñas son muy reveladores:
“... No cabe duda alguna de que la religión mitraica [la adoración de Mitra, el dios persa del sol que gozaba de gran popularidad en el Imperio Romano] se convirtió en un formidable rival del cristianismo, porque combinaba un solemne ritual con pretensiones de pureza moral y con esperanzas de inmortalidad. De hecho, el [desenlace del] conflicto entre las dos religiones parece haber estado en juego por algún tiempo. Un vestigio revelador de esta larga batalla se ha preservado en nuestra fiesta de la Navidad, la cual parece haber sido tomada por la Iglesia [Católica] directamente de su rival pagano.
”En el calendario juliano, el 25 de diciembre recordaba el solsticio de invierno y era considerado como el día del nacimiento del sol, porque a partir de ese momento crucial los días comenzaban a alargarse y aumentaba la fuerza del sol. El rito de la natividad, según se celebraba en Siria y Egipto, era asombroso. Los festejantes se retiraban a ciertas capillas interiores, desde las cuales, al llegar la medianoche, gritaban a gran voz: ‘¡La virgen ha dado a luz! ¡La luz está aumentando!’
”Los egipcios llegaron a representar al sol recién nacido mediante la imagen de un niño que en su cumpleaños, es decir en el solsticio de invierno, traían y exhibían a sus adoradores. Sin duda alguna, la virgen que había concebido y dado a luz un hijo el 25 de diciembre era la gran diosa oriental [es decir, del Oriente Próximo] a quien los semitas llamaban la Virgen Celestial o simplemente la Diosa Celestial; en los territorios semíticos, ella era una variación de Astarté.
”Para sus adoradores, Mitra era comúnmente identificado como el Sol, el Sol Invicto, como lo llamaban; por lo tanto, su nacimiento también caía el 25 de diciembre. En la Biblia no se menciona nada sobre el día en que nació Jesús, y como consecuencia, la Iglesia primitiva no lo celebró.
”Sin embargo, con el tiempo los cristianos de Egipto llegaron a considerar el 6 de enero como la fecha de la Navidad y la costumbre de conmemorar el nacimiento del Salvador en ese día se extendió hasta que en el siglo IV ya había sido universalmente establecida en el oriente.
”Pero a fines del siglo III y a principios del siglo IV, la Iglesia [Católica] de Occidente, que nunca había reconocido el 6 de enero como el día de la Navidad, adoptó el 25 de diciembre como la fecha oficial, y con el tiempo esa decisión fue aceptada también por la Iglesia de Oriente. En Antioquía este cambio no fue introducido hasta el año 375 d.C.” (1993, p. 358).
Sir James Frazer rastreó las costumbres y prácticas navideñas a lo largo de la antigüedad y llegó a una conclusión inevitable: la Navidad no es más que un vestigio del culto al dios pagano que los persas y los romanos conocían como Mitra o Mitras, pero rebautizado con un nombre cristiano.