Publicado en Artículos / Sermones / — Carlos / 2013-11-08 15:37:55 / 6714

Fe en Presente Continuo

Para estar llenos del Espíritu Santo debemos estar vacíos de nosotros mismos, y completados por Dios.

Está reconociendo usted como creyente, a Jesús como Señor y Amo en todos los actos de su vida? De esto se trata el cristianismo victorioso; cuando rendimos nuestra vida por completo al Señorío de Jesucristo. Desde esta actitud de sumisión; el Espíritu Santo se convierte en un impulsor interno para que todos los aspectos de nuestra vida nos encaminen para que cada día nos asemejemos más a Jesús. Todos los creyentes que aceptamos a Jesucristo como Salvador de nuestra vida, tenemos al Espíritu Santo morando en el interior de nuestro corazón, pero esto no garantiza que el Espíritu Santo esté en control de nuestra vida. Es bueno preguntarnos de qué depende que Él tenga el control o no? La Biblia dice que depende de que si como creyentes, seguimos poniendo las manos o no, sobre los controles de nuestra vida.

Para estar llenos del Espíritu Santo debemos estar vacíos de nosotros mismos, y completados por Dios. Entonces sí, el Espíritu Santo estará en control de todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo. Mientras menos espacio ocupe mi propia naturaleza humana en mi vida, más lugar podrá ocupar el Espíritu Santo, y mejor podrá ejercer el control sobre ella. A medida que avanzamos en la vida, si no entendemos esto, vamos a sufrir, y nos preguntaremos una y otra vez: “¿Qué sucede con mi vida?, pareciera que siempre estoy en el mismo lugar; hay algo me impide avanzar”. Y como no estamos conformes con nuestra situación, empezamos a buscar un culpable, y el que siempre nos encuadra en situaciones difíciles es: “el diablo tiene la culpa”. Pero la verdad es que no es así. Cuando en la vida cristiana aumentan las dificultades en lugar de disminuir, debemos dar una mirada a nuestro interior. Dios nos ha dado fe para crecer espiritualmente, pero este crecimiento requiere comunión día por día con nuestro Señor, y un llenamiento también diario del Espíritu Santo. Si esto no se cumple, no tendremos una sensibilidad mayor en nuestro espíritu, ni tampoco tendremos Su poder. Esto dará como resultado un freno a nuestro crecimiento espiritual. Y lo peor, es que en lugar de ser más dependientes del Espíritu Santo, nos hacemos cada día más dependientes de nosotros mismos y de nuestras debilidades.

Usted sabe que Dios en su infinita bondad nos dio la libre decisión de elegir, y nunca la violará. Nos corresponde, a cada uno de nosotros, elegir entre: ser obedientes al Espíritu de Dios, o no. Podemos elegir lo mejor de Dios o conformarnos con nuestros caprichos, y antojos cotidianos. Hay algo que es común en muchos creyentes que están detenidos en su crecimiento espiritual. Y es que han aceptado el fracaso en su vida, y viven como si la derrota fuese parte de su propia vida. Empiezan a vivir un cristianismo mediocre, con el desánimo a cuestas, hasta que creen erróneamente que esa es su cruz.
Dios jamás ha deseado que como creyentes vivamos con algún fracaso a cuestas. Si damos una mirada a las Escrituras, encontraremos cuantas veces el Señor usa palabras de aliento para sus siervos y para su pueblo, tales como: “Levántate y resplandece!”, “Sal fuera y párate sobre el monte de Dios”, “No te dejaré, ni te desampararé!”, “No temas ni desmayes”, “Yo estaré contigo donde quiera que vayas”.

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