El Silencio de Dios
(2: Continuación)
2. El Rey Saúl
En 1 Samuel 13:5 los filisteos se juntaron para pelear contra Israel. Era un enemigo muy numeroso que su sola presencia causaba temor. Era una situación desesperante y apremiante. El pueblo está temblando de temor (v.7), era una situación estrecha, apretada (v.6) donde había que hacer algo…o esperar al profeta de Dios que había dicho en el Cap. 12:16 “Esperad aún ahora” Los días pasaban y el v. 8 dice: Y el esperó siete días, conforme al plazo que Samuel había dicho; pero Samuel no venía a Gilgal, y el pueblo se le desertaba.” El relato dice que Saúl esperó… pero no lo suficiente. Hubo algo dentro de él que dijo: - Basta de esperar, tengo que hacer algo – que le hizo hacer algo que no debía haber hecho, lo cual le costó el ser desechado por Dios y perder la Unción que había recibido. El relato dice que el profeta Samuel apareció justo “cuando el (Saúl) acababa de ofrecer el holocausto…”Los vv. 13-14 reflejan la terrible consecuencia de no haber esperado en medio del silencio. En este episodio ¿Para que sirvió el tiempo de silencio? Para ver lo que había en el corazón de Saúl. ¿Qué hubo en el corazón de Saúl? Apresuramiento. Apresuramiento para Dios es no esperar todo el tiempo que El desea que nosotros esperemos. Quizás usted, como Saúl, espero unos días… pero al ver que no pasaba nada, hizo lo que no correspondía.
¿En medio de este tiempo de silencio se ha dado cuenta lo que realmente hay en su corazón, que antes no lo sabía, pero que necesita ser cambiado? Generalmente cuando Dios hace silencios prolongados es para ver lo que hay en nuestro corazón, y para que nosotros también lo sepamos, a fin de corregirlo y pedir Gracia del cielo para ser transformados. Los tiempos de espera no son tiempos de tortura divina, sino de prueba divina para los hijos de Dios. ¿Va comprendiendo el propósito principal de este tiempo de silencio que está atravesando?
3. La mujer cananea
En el pasaje bíblico de la mujer cananea, en Mateo 15:21-28, encontramos otro propósito divino en los tiempos de silencio. Nos encontramos otra vez ante una situación de extrema necesidad “Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y Sidón. Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio” Esta mujer tenía una hija endemoniada, la cual necesitaba urgente liberación, una palabra o respuesta, “Pero Jesús no le respondió palabra” ¿Qué hizo Jesús? Lo que menos necesitaba la mujer: ¡Silencio total! Luego los discípulos al ver los gritos de esta mujer desesperada, le piden que la despida (v.23). Entonces Jesús, aquí empieza a hablar (v.24): “El respondiendo dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel”. Estaba diciendo que él no ayudaría a personas que no fueran del pueblo de Dios, como lo era la mujer. El relato continua diciendo que la mujer, con gran fe, a pesar de la negativa “vino y se postro ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme!” Jesús otra vez le responde con mayor dureza pues tratándole como a un perro (v.26), y la mujer aun así decía que al menos podía ella comer las migajas que le dan a los perros. ¿Por qué Jesús la trato así, despreciativamente? Muchos aquí piensan que el Señor hizo esto porque es malo y castigador. ¡No! El Señor llevo a esta mujer cananea por todo ese proceso de silencio sin solución con un propósito: Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.” En este episodio ¿Para que sirvió el tiempo de silencio del Señor? Para probar el corazón de la mujer, para saber si ella tenía fe absoluta e inconmovible en El.
¿En medio de este tiempo de silencio se ha dado cuenta lo que realmente hay en su corazón, que antes no lo sabía, pero que necesita ser cambiado?