Publicado en Artículos / Sermones / — Carlos / 2013-12-25 15:27:33 / 7459

El Poder Transformador de Dios

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No hay peor impedimento en la vida cristiana que creer algo que tiene apariencia de verdad.

Dios nos ha desafiado a que usemos en todos las acciones de nuestra vida, la fe que Él despertó en nuestros corazones. Él nos ha dicho: “Ve y como creíste, te sea hecho” (Mateo 8:13). Dios nos demanda que renovemos nuestro entendimiento humano, con el fin de que lo que creamos, coincida con lo que Él desea hacer en nosotros. En 3 Juan: 2 dice: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”. Qué nos dice aquí la palabra de Dios? Que Dios quiere que no vivamos en pobreza, ni enfermos, ni derrotados. Y que hagamos prosperar nuestra alma. La primera pregunta es: Cómo haremos prosperarla? Será sólo a través de la palabra de Dios, pues prosperaremos espiritualmente cuando aquellas cosas erradas que retenemos en nuestra mente; sea por costumbres o tradiciones, o por dichos familiares, o por la cultura en que vivimos, todas ellas sean destruidas y desechadas de nuestra mente. Y entonces, cuando estemos libres de las apariencias de verdad que nos esclavizaban, y creamos sólo la verdad de Dios, comenzaremos a recibir todo lo que Cristo nos ha provisto a través de su sacrificio expiatorio. Qué es lo que nos dice 3 Juan: 2, que Dios nos proveyó?: PROSPERIDAD Y SALUD. Dígalo en voz alta: “Dios me proveyó de prosperidad y salud!”.

Quizás usted diga: “Pero, Pastor: yo estoy enfermo”, o “vivo con lo justo, soy más pobre que rico”. Dios no miente ni tampoco se equivoca, por lo tanto debemos preguntarnos: Por qué un creyente puede estar viviendo con escasez de recursos?. Ante todo, analicemos la mentalidad del pobre, el pobre cree que porque está viviendo en pobreza será pobre toda la vida, y considera que no podrá hacer nada para solucionarlo. Quizás diga: “Soy pobre porque otros me hicieron pobre, es la sociedad en la que vivo la que lo hizo, ellos deberían resolver mi problema, pues yo no puedo hacerlo”. Así se afirma la mentalidad del indigente, creyendo que no tiene salida. Otros caen en fracasos económicos y se convierten en pobres, dejan de luchar, y sólo esperan que otros lo ayuden.

Ante todo debemos recordar que la pobreza, así como la enfermedad, y como todos los males sociales; tienen su origen en el mundo espiritual, por el pecado que domina la raza humana. La intención de Dios fue que el ser humano viviera en un jardín de abundancia, libre de cualquier mal o peste; pero el pecado lo llevó a vivir en un asentamiento de pobreza y enfermedad. Pero hoy, toda la raza humana quedó libre de esa esclavitud en el mundo espiritual, porque el Evangelio es el poder de Dios que deshizo todas las obras de maldad, Dios no sólo nos salva del pecado, sino también de sus consecuencias, y nos vuelve al propósito original para vivir en esta Tierra como Reyes y Sacerdotes de Dios. Jesús fue a la cruz para devolver al ser humano, al lugar original de dignidad, donde Dios lo puso en la creación. Un lugar de señorío, para ser cabeza y no cola, un lugar de comunión íntima con Dios, un lugar de santidad, de salud y de prosperidad.

En la salvación Cristo nos llevó a usted y a mí a un nuevo lugar de identidad con Dios, antes éramos sin Dios, y sin esperanza. Ahora somos CON Dios y EN Dios, Él nos ha dado una nueva visión, una visión que ha despertado esperanza en nuestra vida, y la esperanza está basada en la fe en nuestro Señor y Salvador Jesucristo. El Evangelio es el agente con que Dios transforma nuestras vidas.

Hoy ningún cristiano podría aceptar la idea de que si evangelizamos a un homosexual, o a un alcohólico, o drogadicto, que verdaderamente haya aceptado a Cristo como Señor y Salvador de su vida, se convierta en un homosexual cristiano, o en un alcohólico cristiano. Lo que se espera no es una mejoría religiosa, sino una transformación de vida.

Cuando los ministros de nuestra Iglesia visitan los enfermos en los hospitales y les predican el Evangelio, esperan que se conviertan a Jesús y sean sanados, y se esfuerzan para que crean que Jesús los quiere sanar hoy mismo. Entonces, en la misma forma, no debemos aceptar, de ninguna manera, que un creyente siga esclavizado en la pobreza. Aquí es donde es necesario que la mente del pobre o del enfermo sea transformada para que recobre la fe, y que las promesas de Dios produzcan lo que dice Josué 1:8: “Nunca se apartará de tu boca este Libro…, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”. Es decir debemos hablar con el nuevo lenguaje de Dios, el lenguaje de la fe, ya no debemos usar el lenguaje de la derrota, no debemos decir más: “Soy pobre y siempre lo seré”. La Biblia dice: “Diga el pobre, rico soy”. No debe decir más el enfermo: “tengo un tumor, no me sanaré” o “tengo reuma, no tiene cura”, diga: “Sano soy”. Todo lo que diga debe confesarlo basado en la palabra de Dios, tal como dice: “de día y de noche meditarás en la palabra de Dios”.

Debemos traer los pensamientos de Dios a cada situación o adversidad que enfrentemos “para que guardemos y hagamos conforme a todo lo que en él está escrito;”. La Biblia dice que primeramente debemos creer lo que está escrito o hablado por Dios. Luego, hacer todo conforme a lo que Dios dice, hacerlo sin excepción alguna. Y entonces si nunca nos desviamos de hacer lo que dice la Biblia, la promesa es: “harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”.

El Señor Jesús ha venido a deshacer todas las verdades aparentes, todas las tradiciones humanas y religiosas apartadas de la verdad de Dios, toda herencia cultural errada, aún las herencias familiares de enfermedad y fracaso. Hoy Dios busca que cada hijo e hija de Él, renueve sus pensamientos, y crea que Él y sólo Él puede cambiar su lamento en baile, y puede cambiar su pobreza en riqueza, y su enfermedad en sanidad. No use más la mente de su naturaleza caída, use la mente de su nueva naturaleza, que es la mente de Cristo, recuerde una vez más lo que Dios le dice: “SI TUVIERES FE…NADA TE SERÁ IMPOSIBLE”. (Mateo 17:20).

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