El Crecimiento Cristiano Se Logra Día a Día
(2: Continuación)
No podemos sujetarnos a los esquemas
Un cristiano estaba en la orilla de un río caudaloso. Los fuertes aguaceros provocaron una avenida torrencial. Las aguas rugían mientras arrastraban todo cuanto hallaban a su paso. Un conocido expresó su extrañeza. “Yo tenía claro que un creyente jamás le teme a nada”, argumentó al verle inquieto.
Pero estaba en un error. El, al igual que muchos, ponen sobre la frente de un cristiano el rótulo de “perfecto”. Y con esa palabra descartan siquiera que se pueda errar. Sencillamente no lo admiten.
Este hecho me lleva a recordar a un hombre justo que describe la Biblia. Se trata de Job. Pese a su fidelidad a Dios, en algún momento afrontó una situación difícil. Perdió a su familia, sus propiedades e incluso, la buena salud. Inmerso en ese duro trance, le visitaron tres amigos: Elifaz, Bildad y Zofar. Venían a expresarle solidaridad, y de paso a infundirle ánimo. Pero el saludo fue peor que una mala noticia.
Elifaz le dijo: “Tal vez no puedas aguantar que alguien se atreva a decirte algo, pero ¿quién podría contener las palabras? Tú, que impartías instrucción a las multitudes y fortalecías las manos decaídas; tú, que con tus palabras sostenías a los que tropezaban y fortalecías las rodillas que flaqueaban; ¡ahora que afrontas las calamidades, no las resistes!”(Job 4:1-5).
¿Por qué razón Job no podía estar triste?¿Acaso experimentar una depresión le restaba méritos a su condición de creyente fiel a Dios?¿En qué registro Escritural decía que, a pesar de su rectitud delante del Señor no podía sentirse desanimado o quizá pensar que no valía la pena seguir adelante?
Es probable que usted esté pasando por una situación similar. Permítame decirle que el peor sendero que podría tomar, sería el de volver atrás. Jamás siquiera piense en eso. Usted y yo hemos profesado fe en el Señor Jesús y sabemos que nuestra fortaleza proviene de El, cuando las circunstancias se ponen difíciles. No se deje condicionar por los paradigmas de quienes le rodean, quienes consideran que ser cristiano es sinónimo de perfección en todos los órdenes.