Dios No Se Olvidó de Nosotros
(2: Continuación)
Es como si el creyente tomara la desición de olvidar todo lo que Dios nos ha prometido, y también olvida que Él, sigue siendo un Dios Todopoderoso, y de que todo lo que existe, fue creado y formado por Él. Es bueno preguntarnos: Por qué puede ocurrirnos esto, si somos sus hijos? La respuesta es que cuando empezamos a pensar todo el tiempo en los problemas que nos acosan, dejamos que los temores, las dudas, las incertidumbres, nos dominen, impidiendo que veamos en medio de ellos el poder y la gloria de Dios. Nos asustamos de tal manera, que creemos que todo está perdido y así perdemos toda bendición de Dios. La mente se nubla de tal manera que nos olvidamos que Dios prometió sostenernos en la palma de su mano. Dios jamás se olvida de nosotros, dice Isaías 49:15,16: “Acaso no saben que los sostengo en la palma de mis manos? No podría olvidarlos en sus momentos de necesidad más de lo que una madre podría olvidar a su bebé,… Y aunque fuera posible que una madre se olvidara de su hijo, yo no puedo olvidarme de ninguno de los hijos míos”.
En momentos de crisis hay creyentes que llegan a dudar de que Dios pueda contestar sus oraciones. Otras veces creen que la respuesta que reciben de Dios es equivocada, porque es contraria a la petición que hicieron. Y entonces el creyente dice: “Esto no puede ser de Dios”. Por qué un creyente puede decir esto? Porque seguramente tiene un concepto equivocado de quién es Dios, y esto lo lleva a expresar: “Dios no actúa así”. Este es el problema, cuando queremos que Dios se adapte a nosotros. El Señor nunca quiere actuar para nosotros, sino en nosotros, tratando de deshacer nuestras propias opiniones, nuestros argumentos, nuestro propio yo, para rehacernos y convertirnos en vasos de Su gloria. El problema principal aquí es, que cuando estamos atravesando una crisis, nos avocamos tanto a orar y pedir que Dios cambie nuestra situación, que no le permitimos a Dios que nos cambie a nosotros.
La fe que nos dió el Señor y la oración, no son instrumentos para conseguir “cosas” de Dios. Jesús nos dijo: “Llamad y se os abrirá”. Pero; A qué puertas debemos llamar? A Las puertas de Dios? Definitivamente no, porque ellas ya han sido abiertas para cada uno de nosotros. Debemos golpear las puertas que nos impiden alcanzar las bendiciones de Dios. Debemos primeramente derribar las puertas de nuestro yo. La fe y la oracion, son para que nos convirtamos en “dadores de Dios”, para darle a Dios todas las cosas conque podamos complacerlo. Quiero preguntarle algo: Cuando usted ora a Dios: Desea recibir la promesa de quién nos promete, o, desea recibir a la Persona que nos promete? De eso dependerá de que recibamos nuestras propias peticiones, o, que recibamos todo lo que Dios quiere realmente otorgarnos.
Quiero aclarar algo importante, yo personalemnte creo que todas las promesas que Dios ha puesto en la Biblia: Son mías! Y que a través de ellas recibiré lo que Dios me ha prometido. Pues Él quiere que seamos prosperados en todas las cosas, que tengamos salud, y que gocemos de total libertad, para vivir una vida plena en Cristo Jesús. Sin embargo, esto depende de una sola cosa: Debo creer siempre, y no, de vez en cuando. Querido creyente, si usted está padeciendo, sufriendo, tiene dudas, temores; sepa que tenemos un Dios que está dispuesto a darnos todas las cosas que nos “ayuden a bien”. Sobre todo, Él responderá todas las oraciones que nos ayuden a ser más semejantes a Jesús.
Dios no se ha olvidado de usted, ni de mí! Él no nos ha olvidado, ni nunca nos olvidará. Ahora mismo el Señor está anhelando que todos creamos que sigue haciendo que todas las circunsatncias de la vida nos ayuden a bien. Lo puede creer? Le invito a que diga esto en alta voz: YO SÉ QUE DIOS ESTÁ HACIENDO TODAS LAS COSAS PARA MI BIEN. Si ahora lo cree de verdad, deje de preocuparse, Él ha tomado su vida, y la tiene en la palma de su mano. No dude más, porque la respuesta a su aflicción, ya está en camino, Dios no ha cerrado sus oídos, ni nunca los cerrará para sus hijos e hijas. Todos recibiremos su bendita respuesta. Pero hay una condición: si no aflojamos, si no desfallecemos, si no abandonamos. Si usted ha dejado de lado toda duda y temor de su corazón, entonces levante sus manos al cielo, y declare: ESTOY LISTO PARA RECIBIR TU BENDITA RESPUESTA, MI SEÑOR. PERO, SEA HECHA TU VOLUNTAD Y NO LA MÍA, AMÉN!