Cuando Se Pierde la Credibilidad
Nuestra sociedad cambiará si cambiamos quienes vivimos en ella. En un mundo donde la mentira está al orden del día, los cristianos estamos llamados a recobrar el valor de la palabra dicha.
Por muchos años Angelino Barco fue el único notario de Vijes, el pueblito de casas grandes y tejas rojas donde crecí. Era mi bisabuelo y lo que le impactó siempre era la validez de la palabra empeñada. Para la época en la que para concretar un negocio, no era necesario firmar una Escritura Pública pues bastaba con el compromiso asumido por el comprador y el vendedor.
--Palabra dicha era palabra que se cumplía. Nadie estaba preocupado por engañar a los demás— me confesó cada vez que veía horrorizado cómo en nuestro tiempo primaba el engaño, y generalmente muy pocos cumplen lo que prometen.
Pronto quien incumple sus compromisos, llega a ser conocido como timador, mentiroso y alguien en quien no se puede confiar.
Justamente fue en mi puedo que todos conocieron, hablaron y elevaron a la categoría de leyenda a edro “Trampitas”. Engañaba a quien podía. Incluso cuando saludaba a alguien, sus ojos se movían de un lado para el otro pensando en cómo tomar ventaja y sacar el mejor partido de cada situación. La deslealtad no es nueva. Hace muchos siglos el proverbista abordó el asunto y recomendó: “De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama más que la plata y el oro” (Proverbios 22:1).
Si prometemos algo, es necesario cumplirlo
Hay quienes andan prometiendo cosas que no cumplen. Parecieran políticos corruptos en campaña electoral. Lo que olvidan es que tarde o temprano sus engaños quedarán al descubierto.
Quizá sus amigos, compañeros de trabajo e incluso su familia, ya no creen en lo que les dice. Ha perdido credibilidad y esta situación le trae conflictos en las relaciones con los demás. Se siente mal. Quiere romper esa cadena de mentiras.
Si todo lo anterior interpreta su vida, quizá fue para personas como usted que el rey Salomón escribió: “Hijo mío, si salieres por fiador de tu amigo, si has empeñado tu palabra a un extraño, te has enlazado con las palabras de tu boca, y has quedado preso en los dichos de tus labios” (Proverbios 6:1, 2).
Alguien me llamó angustiado hace tres días. “No se qué hacer. Ni siquiera mis hijos creen lo que les prometo... Reconozco que tienen la razón: Jamás les cumplo....”
Lo aconsejable frente a este y otros hechos, es no prometer lo que sabemos que no cumpliremos voluntaria e involuntariamente. Si se comprometió con algo, cumpla su promesa. Es un duro precio, en eso estamos de acuerdo, pero es claro que hay que cumplir lo que prometemos a nuestros semejantes....
Medite en lo que dirá....
Hablar sin pensar, trae problemas. Hay cosas que decimos, que a vuelta de pocos minutos, horas o quizá días, nos traen problemas. Por esa razones fundamental que guardemos prudencia en todo lo que hablamos.
Las Escrituras aconsejan: “El que guarda su boca y su lengua, su alma guarda de angustias” (Proverbios 21:23). Sobre esta base, es importante cuidar cada cosa que decimos...
Posiblemente le ha ocurrido que por deshacerse de un vendedor, usted termina diciéndole: “Venga tal o cual día y le oiré su plan de ventas”. Lo ha hecho para salir del paso. Pero llegada la fecha, el vendedor está ahí. No puede escapar. Es imposible. ¿Qué hacer? Examinar con detenimiento qué va a decir o qué va a prometer. De esa manera se ahorrará malos momentos...
Deje de mentir...
Uno de los pasos ineludibles para recobrar la credibilidad, es sin lugar a dudas, dejar de mentir. Hay quienes mienten sin necesidad.... Y llegan a creer sus propias mentiras. Engañar se convirtió en su pan de cada día y no saben qué hacer cuando deben decir algo verídico pero íntimamente saben que mentirán...
A personas que atraviesan esa situación, pero que luchaban (y hay quienes todavía luchan por superar esa etapa en su condición de cristianos) con esa situación, el apóstol Pablo les recomendó: “ Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros” (Efesios 4:25). Mentir es provocarnos daño a nosotros mismos....
La franqueza nos evita problemas
Mentir, dilatar las cosas o engañar a otros para quedar bien, lo que hace es agravar el problema. Es preciso ser francos. Si podemos ayudar a alguien, si está en nuestras manos, hacerlo. Si no es posible, decirle francamente: “No puedo colaborarle”.
Este asunto fue abordado por el propio Señor Jesucristo cuando recomendó: “Pero sea vuestro hablar: Si, si; no, no; Porque lo que es más de esto, de mal procede” (Mateo 5:37).
Para terminar...
Nuestra sociedad cambiará si cambiamos quienes vivimos en ella. En un mundo donde la mentira está al orden del día, los cristianos estamos llamados a recobrar el valor de la palabra dicha. Nuestro compromiso debe estar enfocado a comprometernos cuando de verdad podamos cumplir, y decir no cuando sea literalmente difícil o imposible cumplir... Nuestro testimonio no se puede empañar por mentir en todo momento... Los mentirosos, además, no heredarán el reino de los cielos... La palabra tiene validez, y ustedes y nosotros somos llamados para que se cumpla todo lo que decimos... ¡Comience ahora!